Salamanca

10 cosas que hacer en un viaje a Salamanca 

Patrimonio de la Humanidad desde 1988, Salamanca es guapa, señorial y elegante hasta decir basta. Su perfil seduce, su carácter de universitaria promete anécdotas antes de haber puesto un pie en ella y sabe jugar al misterio con el futuro viajero con solo decirle que en su catedral nueva hay un astronauta tallado en la piedra. Sí, su catedral nueva porque también tiene una vieja. Salir a buscarlo es una de las experiencias que podrás vivir en la ciudad. El resto, a continuación.

Experimentar una sobredosis de belleza al recorrer su Plaza Mayor

Su fama la precede. Es una de las más bonitas de Europa. Construida entre 1729 y 1755, su forma de cuadrado irregular y sus tres pisos de altura dan cabida a 88 arcos, numerosos medallones labrados con los rostros de personajes influyentes de la historia de España y cientos de balcones que se abren a la plaza. Ya sea de día o de noche, todo en ella te resultará hipnótico, aunque será inevitable que tus ojos acaben posándose en la espadaña del Ayuntamiento: algo más alta, con campanas y con un plus de elegancia. Y, no lo dudes, este es el lugar de Salamanca en el que todo pasa.  

Entrar en la universidad más antigua de España

Aunque dio sus primeros pasos como estudio en 1218 y fue confirmada como Universidad en 1254, el edificio al que querrás entrar, el Edificio Histórico (Escuelas Mayores), no se puso en pie hasta el siglo XV. Su fachada, un escándalo de belleza conseguido a base de elementos decorativos tallados en piedra, se incorporó en el XVI, convirtiéndose en una de las obras más representativas del plateresco español y el lugar en el que buscar la mítica rana sobre una calavera. En su interior, uno recorre maravillas como el aula Fray Luis de León, que se conserva intacta desde el siglo XVI, cuando vivía el profesor; o la Biblioteca, cuyas estanterías de estilo barroco son hogar de manuscritos e incunables y el lugar en el que cualquier amante de los libros querría quedarse a vivir.

Sorprenderse al descubrir que Salamanca presume de tener dos catedrales

Una Vieja y otra Nueva. La Vieja comenzó a construirse en la primera mitad del siglo XII y la Nueva, a principios del siglo XVI, cuando la población de la ciudad creció tanto que la primera se quedó pequeña. Románica, una; gótica, renacentista y barroca, la otra. Ambas conectadas. Y en lo alto, viendo el mundo a 110 metros sobre el suelo, sus torres medievales. Apréndete este nombre Ieronimus. Es el nombre en latín de Jerónimo de Perigueux, obispo de Salamanca al que se le encargó la construcción de la Catedral Vieja, y desde 2002, el de la exposición documental que permite recorrer el interior de ambas catedrales, conocer su historia y regalarte al privilegiado espectáculo de subir al cielo de Salamanca saliendo a la terraza de la Torre Mocha, a la de Anaya o cruzando la pasarela hacia la Torre del Gallo.  

Cruzar un puente romano

O, matizando, cruzar el Puente Romano, también conocido como el Puente Mayor del Tormes. Lleva en su ubicación, a los pies de Salamanca, desde el siglo I d. C., cuando los romanos lo levantaron para cruzar el río Tormes. No obstante, de la construcción original solo sobreviven los 15 arcos más próximos a la ciudad. Los 11 restantes tuvieron que ser reconstruidos después de los daños que les provocaron las crecidas. Con tanto vivido, no es de extrañar que su imagen sea una de las más características de la ciudad. Hasta el punto de que forma parte de su escudo. Él y el verraco celtíbero que podrás apreciar a la entrada del puente. Esta escultura de granito da fe de la presencia de los vetones en la zona antes de que llegaran los romanos y ha quedado recogida en la literatura española al mencionarse en El Lazarillo de Tormes.  

Pasear por el huerto de Calixto y Melibea

El romanticismo hecho jardín era esto. Atravesar la puerta con forma de arco que da acceso al recinto es dejar atrás el ajetreo de la vida y sumirse en un paréntesis de tranquilidad. También es dejar atrás nuestro siglo XXI y sentir que uno se encuentra, por un rato, en esa Edad Media que fue testigo del romance de los protagonistas de La Celestina. Una escultura en la entrada dedicada a esta alcahueta sirve para recordar a la que fuera artífice de una de las historias más conocidas de la literatura española. No faltan caminitos por los que perderse, bancos con vistas en los que sentarse a descansar ni mucho menos el pozo en el que, como contaba Fernando de Rojas, Calixto y Melibea solían encontrarse.  

Visitar el convento al que Colón vino a recabar apoyos

Dicen que fue en su Sala Profundis donde el genovés explicó a los dominicos por primera vez su idea de alcanzar las Indias utilizando una ruta nueva. También cuentan que en este convento tuvo su confesionario Santa Teresa cuando pasó por Salamanca. Y es que son muchos los nombres propios ilustres que han recalado en el Convento de San Esteban, de la misma forma que son muchos los visitantes que recibe cada año, atraídos por la belleza de su arquitectura gótica y su decoración plateresca y barroca. Su construcción comenzó a principios del siglo XVI y se alargó hasta el XVII, incorporando elementos para el recuerdo como su bella fachada, su claustro de dos plantas, bien de bóvedas, arcos, medallones y capiteles; o esa escalera del Soto que, pegada únicamente por un lado a la pared, parece sostenerse sola en el aire.  

Pasear por una galería de arte al aire libre

Eso es en lo que se ha convertido el Barrio del Oeste, gracias al arte urbano de jóvenes artistas procedentes de todo el mundo que ha ido colonizando, poco a poco, persianas de comercios, paredes y mobiliario urbano. Que la creatividad tomara las calles era esto. Situado a unos 15 minutos andando de la Plaza Mayor, sabrás que has entrado en sus dominios cuando te topes con un mural de formas geométricas llenando de color un esquinazo, un explorador coronando unas montañas nevadas a pie de acera o un mono tocando el saxo en la puerta de un garaje.  

Subir al cielo. Al de Salamanca

Esto es lo que propone la visita Scala Coeli (Escalera al cielo) de la Clerecía. Desde sus torres, las calles de Salamanca y los tejados de sus edificios se extienden ante ti. Sí, también podrás apreciar el perfil imponente de sus catedrales. La experiencia incluye la visita por el interior de este edificio barroco que, en la actualidad, alberga la Universidad Pontificia de Salamanca. Ah, y cuando termines, abre bien los ojos. Justo al lado de la Clerecía está la famosa Casa de las Conchas.   

Completar tu viaje con una dosis de museos

Que Salamanca va sobrada de patrimonio es algo que te quedará claro en el mismo momento en que pongas un pie en sus calles. Aprender más sobre ello siempre te será posible si optas por visitar el Monumenta Salmanticae (Centro de Interpretación del Patrimonio Urbano y Arquitectónico de la ciudad). El  arte contemporáneo tiene su punto de encuentro en el centro DA2 Domus Artium 2002. A la Casa Lis, uno debería ir simplemente para contemplarla y disfrutar de esas impresionantes vidrieras. Si ya, además, nos regala con el Museo Art Nouveau Art Dèco, mejor que mejor. La Casa Museo Unamuno, junto a la Universidad de Salamanca, conserva muebles, escritos y recuerdos del escritor y filósofo. 

Probar el hornazo y perderse en la noche salmantina

Visto de lejos, puede parecerte una empanada. En boca, sabrás que no lo es. El hornazo es esa delicia hecha a base de masa de pan engrasada rellena de manjares como chorizo, jamón, lomo o carne adobada, que es típico comer el Lunes de Aguas (lunes siguiente al de Pascua, después de Semana Santa). Podrás comerlo en cualquier otro momento también. Igual que la jeta de Casa Ino, las tapas de la calle Van Dyck, sin olvidarnos de pasar por el Novelty, el café más antiguo de Salamanca y famoso por atraer hasta sus mesas a escritores como Miguel de Unamuno, Gonzalo Torrente Ballester, Carmen Martín Gaite, Vargas Llosa… De ahí a exprimir la noche charra hay solo un paso.

 

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