
Camino de Santiago: una parada con vistas en Santander
Del Camino de Santiago, del Norte, dicen que es duro. Exigente y desafiante. Lo que se les olvida a veces a los peregrinos es destacar también la belleza de los paisajes por los que pasan, de los pueblos que los reciben y de las ciudades en las que han tenido la suerte de parar a descansar. Y sí, de entre todas ellas, Santander bien vale que te detengas a vivirla. Con esta guía, resolvemos las dudas sobre tu estancia:
1. Dónde dormir
Da igual si Santander es el punto de partida de tu peregrinaje o si vienes de hacer una o varias etapas, el descanso en el Camino de Santiago es innegociable. De ello dependerá que tus piernas y tu espalda se recuperen y que tengas fuerzas para los kilómetros que estén por venir. Por eso, en Santander reservarás en El Balcón de la Bahía Suites by Sercotel.
Tendrás una habitación para ti solo, con una cama de la que te costará levantarte; y agradecerás lo mullidas que son las toallas cuando salgas de darte una ducha caliente. Si nos visitas en verano, te gustará relajar las piernas en el agua de nuestra piscina. Si lo haces en cualquier otro momento del año, debes saber que el mar está a un paseo de unos 10 minutos. Aunque eso ya lo has intuido cuando has mirado por la ventana y loshas visto en el horizonte. Que no te asuste la temperatura del Cantábrico: no tienes que bañarte, basta con que mojes los pies para que sientas sus efectos.

2. Qué comer
Si el descanso es imprescindible, comer bien (muy bien) para que no flaqueen las piernas no lo es menos. La buena noticia es que eso en Santander no será un problema. Porque en la cocina cántabra tienes opciones de sobra entre las que elegir: rabas de calamar, quesos de la Tierruca, anchoas de Santoña, cocido montañés, sorropotún (un guiso a base de bonito), sobaos y quesadas para endulzar…
Como coordenadas que no suelen fallar te daremos las de la zona Cañadío-Puertochico. Da igual si buscas un bar en cuya barra disfrutar de una caña bien tirada acompañada de una tapa o restaurante donde sentarte a una mesa para disfrutar de un contundente festín: en sus calles hay para todos los gustos y todos los bolsillos.
3. Qué ver en Santander
Quizá estés pensando que tú lo que quieres es descansar para la etapa que te espera mañana. Y razón no te falta, pero la magia del Camino tiene que ver con lo que uno aprende de los lugares por los que pasa. Y lo bueno de Santander es que es tan manejable que en un corto paseo te habrás dejado caer por el Centro Botín para ver cómo se las gastan con las exposiciones. Y ya que estás por allí, no podrás dejar de visitar el Palacio de la Magdalena y, desde la península en la que se encuentra, bajar hasta la playa de El Sardinero para tocar la arena con los pies.

Peregrinar es hacer kilómetros, pero también empaparse de los lugares y las gentes que uno va encontrando por el Camino. Y Santander, de tanta riqueza como tiene, con un día te sabrá a poco. Así que, si decides dejarte llevar por el slow travel y hacer caso a esa vocecita que te dice que sí, que te quedes algún día más en la ciudad porque Santiago no se va a mover, entonces quizá te apetezca coger el barco que cruza la bahía de Santander para llevarte hasta las Dunas del Puntal y el Estuario del Miera. Aunque el tiempo no acompañe, siempre es un lujo contemplar el contraste de sus aguas cristalinas y su arena blanca.
Ah, y antes de marcharte no dejes de asomarte por el parque de Mataleñas para ver la forma soberbia que los acantilados tienen de entrar en el Cantábrico. ¡Buen camino!
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