Comer y brindar en la Ribera del Duero: bodegas con restaurante en Valladolid
En Valladolid, en sus kilómetros de Ribera del Duero, crecen vides recias como pocas, son la resistencia a inviernos de heladas impías y a veranos en los que el calor parece no tener límite. Quizá, de ahí le viene el carácter a sus vinos y a su gastronomía, contundente, sabrosa y generosa: lechazo asado, sopa castellana, bacalao, chuletillas… Comprobarlo es tan sencillo como visitar estas tres bodegas y sus restaurantes.
Bodega Pago de Carraovejas, en Peñafiel
Peñafiel atrae al visitante por ese castillo suyo tan espectacular erigido en lo alto de un promontorio presumiendo de tener forma de barco y de albergar en su patio el Museo Provincial del Vino. También por su famosa Plaza del Coso, que data de la Edad Media y está rodeada de característicos edificios de adobe, piedra y madera. Y como si eso no le bastara, a los pies de este municipio vallisoletano se levantan algunas de las bodegas de más renombre de la Ribera del Duero.
Por sus vinos las conoceréis. Es el caso de Pago de Carraovejas, una bodega que comenzó su aventura allá por los años 70 y hoy ya cuenta con un viñedo de 160 hectáreas en producción, donde se cultivan tres variedades de uva: tempranillo, cabernet sauvignon y merlot. Conocer cómo se manejan estas tierras, cómo se lidia con el clima para evitar sus inclemencias y aprovechar sus bondades y cómo trabaja para producir vinos de la talla del Pago de Carraovejas, El Anejón o el Cuesta de las liebres es posible con las experiencias de enoturismo que despliegan.
Y después (o durante, porque muchas de las visitas lo incluyen), resulta necesario y muy apetecible degustar la propuesta gastronómica de su restaurante Ambivium, que luce una Estrella Michelin y un Sol Repsol. En su mesa mandan los productos de temporada y de proximidad, que dan como resultado la elaboración de un menú que cambia por temporadas y cuya propuesta gira en torno al vino. Detalles como poseer huerto ecológico propio del que salen las verduras, hortalizas y especias que encontrarás en tu plato y una apuesta por la mejor materia prima son garantía de sabor y excelencia.
Bodegas Emilio Moro, en Pesquera de Duero
No necesitan presentación, pero por si acaso, por sentar unas bases, diremos que definen sus vinos como “una verdadera oda a la tierra”, un “reflejo del amor por la Ribera”. Y, claro, con tal declaración de intenciones sumada a los más de 100 años de experiencia vitivinícola que atesoran en la familia Moro, normal que la revista Wine Spectator otorgue 95 y 96 puntos respectivamente a Malleolus de Valderramiro y Malleolus de Sanchomartín, dos de los tintos más icónicos de la casa. Con ellos, los brindis son de nota.
En Bodegas Emilio Moro son de tempranillo, de toda la vida; y también de no acomodarse, de atreverse con lo nuevo: levaduras autóctonas, cuadernos de campo digitales, drones geolocalización en viñedo… Pero en todo esto entran más en detalle en sus experiencias de enoturismo, con las que te abren las puertas de sus instalaciones para que pasees entre sus viñas y aprendas entre sus barricas.
Desde visitas que te llevarán a recorrer parte de sus viñedos, a conocer la historia de la familia Moro y a catar algunas de sus referencias, hasta otras en las que, además, se incluye la posibilidad de degustar un menú especial maridado con los vinos más emblemáticos de la bodega. ¿En tu plato? En función de la visita que escojas, Experiencia gastronómica o Viaje al origen, encontrarás opciones como la crema de espárragos blancos con trufa, almendras y alcachofas o el foie de oca en terrina con sus verduras y setas escabechadas. Eso sí, lo que no va a faltar en ninguna de ellas es el característico lechazo asado.
Bodegas Cepa 21, en Castrillo de Duero
Llevan por bandera la alegría y dicen que su misión es contagiar la felicidad a la gente. Algo de esto siente el visitante cuando su edificio, de arquitectura moderna y vanguardista, le sorprende al divisar el mar de viñedos que es esta bodega. Uno podría pensar que, con ese aire tan actual, son unos recién llegados a la Ribera del Duero. Nada más lejos de la realidad: son la tercera generación de la familia Moro poniéndose modernos.
¿El resultado? Vinos frescos, finos, elegantes, con notas florales o frutales, jóvenes, pero de pisada fuerte; y con el carácter que les da la tierra en la que crece el tempranillo que se usa para su elaboración. Escoger entre todas sus propuestas puede ser complicado, pero por empezar por algún punto, te diremos que te grabes dos nombres en la memoria: Cepa 21 y Malabrigo,
El resto te los irán recordando en alguno de los tours que organizan en sus dominios y que finalizan, como no podía ser de otra manera, con cata. La palma se la lleva la experiencia Wine&Bike: bicicleta eléctrica entre viñedos, una maravilla que solo podríamos mejorar sentándonos a la mesa del restaurante de esta bodega, el Cepa 21.
Con Alberto Soto en los fogones, este restaurante gastronómico ofrece dos menús degustación de 10 o 15 pases, entre los que se encuentran manjares tradicionales de la tierra con alguna que otra vuelta de tuerca: lechazo y foie, ajoblanco de espárrago, paté de lechal y vino… Todos con algo en común, la excelencia del producto utilizado en su elaboración y la valentía de jugar a sorprender con las técnicas y los emplatados.
Post a comment