Vino y arquitectura: cuatro bodegas para descubrir La Rioja Alavesa
¿Arquitectura o vino? ¿Vino o arquitectura? ¿Por qué no los dos? Existe un lugar en el mundo, la Rioja Alavesa, donde no te hará falta elegir. Y es que aquí, las bodegas bien podrían pasar por templos erigidos no solo para producir algunos de los mejores vinos del mundo sino para fascinar al visitante con edificios de formas casi imposibles que juegan a mimetizarse con el entorno. Escogemos cuatro de estas bodegas para visitar a menos de una hora de Vitoria.
Bodegas Ysios, en Laguardia
El sinuoso perfil del edificio de Bodegas Ysios se despliega a los pies de la Sierra de Cantabria. Obra de Santiago Calatrava, su silueta ondulada es inconfundible y se extiende con tal maestría que es capaz de mimetizarse con el entorno natural en el que se encuentra. En esta bodega boutique son muy conscientes de la importancia del lugar, del clima, de los suelos y, por supuesto, de las vides. Las miman y las cuidan. Mucho. No en vano, algunas tienen más de 100 años.
Lo exclusivo es su seña de identidad y, como no podía ser de otra manera, se extrapola también a las experiencias que proponen para visitar la bodega y conocer unos vinos que nacen de respetar la tradición, incorporar técnicas vanguardistas y prestar especial atención a los detalles.
Aquí uno puede reservar un Winecar Exclusive Tour para dos o cuatro personas y recorrer el viñedo Carravacas y la parcela Los Prados, visitar la sala de barricas y catar todas sus colecciones acompañadas de aperitivos variados. Toma nota: Ysios Blanco, Finca el Nogal, Grano a Grano y Finca Las Naves.
También se puede apostar por la experiencia Fine Wines para probar su gama completa de vinos en un lugar de vistas tan maravillosas como es el Salón Laguardia. Los aperitivos ibéricos y las trufas de chocolate artesanales harán el resto. Y si eres de los que prefiere ir a su aire, dos opciones: por un lado, acudir a su wine bar situado dentro de la sala de barricas y abierto todo el año o a su terraza exterior, disponible desde primavera; y, por otro lado, apostar por realizar un tour exclusivo para ti y tus acompañantes.
Bodegas Solar de Samaniego, en Laguardia
Probablemente te suenen sus grandes depósitos de hormigón recubiertos de unos inmensos murales con los retratos de trabajadores de las bodegas y de los alrededores. El autor de tamaña belleza y responsable de que tú pasees entre depósitos de medio millón de litros convertidos en obras de arte es el australiano Guido van Helten. Estás en el Espacio Medio Millón, el mejor ejemplo de la arquitectura industrial que caracteriza a las Bodegas Solar de Samaniego.
Llevan desde 1972 trabajando sus más de 80 hectáreas de viñedos propios, cuidando todo el proceso de elaboración, desde la cepa hasta tu casa. Bien de Tempranillo y algo de Graciano y Maturana Tinta en sus creaciones. Aprenderlo todo, tanto de sus vinos como de esa arquitectura apabullante, es posible gracias a su experiencia de enoturismo.
Se llama Beber Entre Líneas y fue reconocida como la Mejor Experiencia Enoturística de las Rutas del Vino de España 2020. Permite descubrir los renovados espacios exteriores que, situados junto al viñedo, fueron diseñados tras un concurso internacional con la Cátedra UNESCO de Paisajes culturales y Patrimonio. La visita continúa recorriendo otros rincones de la bodega y termina degustando vinos en el Espacio Medio Millón. Se puede ampliar con una experiencia gastronómica en sus comedores privados.
Bodegas Baigorri, en Samaniego
Lo del edificio de Bodegas Baigorri asombra. No es para menos: una caja de cristal a los pies de la Sierra de Cantabria, dominando el viñedo con elegancia e integrándose en él. Respeto por el entorno, tanto desde un punto de vista arquitectónico como a la hora de trabajarlo. La vendimia, por ejemplo, se desarrolla manualmente. Y después de ello, la magia de elaborar un vino, y de hacerlo en este caso jugando con la gravedad, se hace bajo tierra, en sus siete plantas subterráneas.
Aprender sobre este proceso en Bodegas Baigorri es posible gracias a sus visitas guiadas con cata comentada con las que recorrer sus instalaciones y probar dos de sus vinos acompañados de dos de los pintxos que elabora su chef.
Es más, si lo que quieres es ampliar tus conocimientos y que abarquen también al viñedo, es posible pasear entre sus viñas y descubrir junto a uno de sus enólogos cómo empieza todo. Y es que en época de vendimia organizan actividades que incluyen visita a los viñedos, al interior de la bodega, cata guiada de sus vinos Premium y menú degustación a base de productos de la tierra en un restaurante desde el que se ve, entre otras cosas, su sala de barricas.
El enoturismo nivel experto en la Rioja Alavesa lo despliegan en verano, cuando los sábados proponen un brunch entre viñedos para dar cuenta de una buena mesa y de un mejor vino. El menú incluye la degustación de croquetas de jamón ibérico, boletus y queso Cabrales; gazpacho de temporada; grisines extra crocantes vestidos de jamón ibérico; cazuela de queso provolone italiano al horno con pimientos y tostas de pasas; y ceviche de salmón. De postre, brownie con dulce de leche. Lo riegan un Baigorri Rosado, un Blanco Fermentado en Barrica o un Baigorri Negu.
Valdelana, en Elciego
Catorce generaciones de la familia Valdelana han hecho evolucionar a esta bodega de la que hay constancia desde 1583. Se dice pronto, pero se explica con detalle en las visitas que organizan a su Bodega Museo en el que, además de contemplar calados del siglo XV y descubrir legados prehistóricos de la zona, uno puede aprender sobre cómo esta familia elaboraba el vino allá por el siglo XIX. En esta experiencia no falta la inmersión en un Túnel de los sentidos cargado de los aromas y los colores del vino, ni una cata de cuatro caldos y un aceite.
En Valdelana son de ir siempre un paso más allá. Por eso, no dudan en dar una vuelta de tuerca a sus experiencias de enoturismo. Juegan con las posibilidades que les ofrece el Jardín de las Variedades, uno de sus viñedos situado a un kilómetro de la bodega, encima de un meandro del río Ebro. Imagínate las vistas.
Es allí donde organizan sus maridajes estelares, que comienzan viendo el atardecer cóctel en mano y continúan cazando constelaciones en un cielo oscuro a rabiar. Sus misterios y leyendas los acompañan de sus vinos de autor. Es aquí también donde termina la Visita Fusión, que empieza recorriendo el Museo Bodega, prosigue con un almuerzo donde no faltan manjares como el chorizo riojano, la tortilla de patata alavesa o el queso Idiazábal y acaba con las vistas únicas que proporciona este Jardín de las Variedades. Por cierto, que tiene columpio, de esos que últimamente causan sensación en redes sociales. No te olvides de balancearte en él.
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